Universidad Laboral de Tarragona: una nueva etapa, el futuro se acerca

Después de evocar parte de mis vivencias en la Universidad Laboral de Córdoba quedé con una sensación tan agradable que prometí hacer lo mismo con mi siguiente etapa «laboral»: Tarragona. Pensaba que merecía la pena y más si se refieren a una época tan grata como la de estudiante.

Vista aérea de la Universidad Laboral de Tarragona

Si los recuerdos de mi paso por Córdoba, algo «adormecidos», comenzaron a fluir con rapidez una vez superado el arranque inicial, en el caso de Tarragona todo ha sido más fácil al estar más cercanos en el tiempo y mucho más en la memoria. A ello ha contribuido que todos los que formamos la 3ª Promoción de Peritos Industriales nos volvimos a encontrar en la Laboral con motivo de nuestro 25 Aniversario en el año 1991 y allí, como no podía ser de otra manera, rememoramos una vez más aquellos magníficos años de estudios y convivencia.

Córdoba, curso Selectivo finalizado, toca encaminar el futuro. Muchos elegimos la especialidad Eléctrica pero otros muchos compañeros optaron por Mecánica (Córdoba) y algunos menos por Química (Sevilla). Un nuevo viaje en perspectiva y también muy largo. Si Córdoba estaba lejos, Tarragona no le andaba a la zaga. Un viaje en tren con tiempo para todo lo imaginable. La mayor parte del recorrido en el popular “Shangai Express”, que cogíamos en Lérida y tras toda una noche y el día siguiente nos dejaba en Venta de Baños o León bien entrada la madrugada. Y aún quedaban unas cuantas horas de espera por el tren express de Madrid que al final nos llevaría hasta Oviedo. Un viaje casi, casi, interminable.

Universidad Laboral de Tarragona con su playa al fondo

Tarragona era la imperial Tarraco, las Ramblas, el Balcón del Mediterráneo, el Acueducto Romano, las Murallas, el Anfiteatro y tantos otros vestigios de grandes civilizaciones, y sobre todo el Mar Mediterráneo que bañaba nuestra Universidad y el entorno maravilloso que la rodeaba. Todo esto y mucho más era y es la Tarragona que nos recibió en la Uni. Allí permanecimos tres años culminando los estudios que habíamos iniciado antes en la recordada y añorada Córdoba. Al igual que esta última, la Universidad Laboral de Tarragona nunca fue un internado, ni se nos ocurría llamarlo así, sino algo muy distinto difícil de explicar por profundo, que resume nuestro carácter y la forma en que marcó nuestro destino.

El Patio Central, todo de mármol, con el Comedor al fondo

Si la Laboral de Córdoba tenía edificios monumentales, Tarragona también tenía los suyos. Uno de ellos era El Comedor, edificio emblemático, un símbolo por su estilo arquitectónico con la cubierta diseñada por Eduardo Torroja, genio de la época, de grandes ventanales por los que entraba el sol a raudales. A su lado, el Patio Central o Patio de Honor, una magnífica plaza de mármol que servía de escenario para los desfiles en las grandes celebraciones, era como el centro de todo el conjunto. Rodeado de jardines y palmeras conformaba un entorno luminoso con los seis Colegios y las aulas especiales alrededor.

Comedores con su inmensa sala interior

Estuvimos los tres años en el colegio Jaime Balmes, y las aulas B1 y B2 nuestro lugar de estudio. Al comienzo de cada curso, para recoger nuestros «útiles» de uso diario (albornoz, chaquetilla,…), siempre se repetía la misma ceremonia en el almacén de ropa. Aunque por su práctica lo podían hacer a ojo sin temor a equivocarse, nos medían la cintura, la espalda,… nos entregaban los «bártulos» y salíamos zumbando a dejarlo todo a buen recaudo. A unos dormitorios que no solo eran lugar de descanso, sino también de confidencias y en muchas ocasiones de diversión. Su distribución, muy distinta a la de Córdoba, tenía un pasillo común corrido, habitaciones abiertas a ambos lados para grupos de cuatro personas con armarios que hacían de separadores para darles un poco de intimidad. Durante mucho tiempo hubo un vínculo de unión que pronto se convirtió en un rito: al escuchar por los altavoces los primeros compases de «La yenka», canción que pusieron de moda Johnny and Charley, nos alineábamos en el pasillo y, al ritmo de «izquierda, izquierda, derecha, derecha, adelante, atrás, un, dos, tres,….», bailábamos hasta la extenuación. Una época en la que por las noches, y también al despertarnos, sonaba para deleite de todos la música de los 60.

Dormitorios con los armarios a ambos lados del pasillo haciendo de separadores

La Uni, aparte de los estudios, también era fiesta y deporte. Al acercarse el verano, cuando las refinerías cercanas de Tarragona aún no causaban estragos, los baños en nuestra playa, tan esperados, alcanzaban su máximo apogeo. Años que el turismo ya despuntaba y nos incitaba con frecuencia a ir andando, a La Pineda, un lugar que comenzaba a ser de veraneo y, un poco más lejos, a Salou, donde la presencia de «las suecas» y sus bikinis era notoria y muy atractiva. En cualquier caso siempre nos quedaba nuestro paseo Marítimo. En un marco incomparable, al final de la pista de atletismo, la brisa, el olor inconfundible a mar, la naturaleza,…  eran parte primordial de los paseos al atardecer a la luz de las farolas.

Las salidas a Tarragona eran un clásico de los fines de semana pero cuando ésto no sucedía esperábamos con impaciencia la hora del cine, una forma de romper el ritmo diario de estudios. Si además coincidía con sesiones de cine-club, sabíamos que al final siempre habría interminables discusiones filosóficas, con historias y subterfugios muy difíciles de seguir que ni el propio director había previsto. Eso sí, a la salida todos teníamos explicaciones para lo inexplicable.

A menudo, pero sobre todo los domingos cuando había competiciones entre Colegios, el deporte era el rey. Las instalaciones, en una gran explanada al lado del mar, rodeadas de paseos y arboledas, se llenaban de gente ansiosa por ver ganar a sus ídolos, muchos de los cuales alcanzaron renombre a nivel nacional en los Juegos Escolares e incluso también europeo. No solo se destacaba en deportes individuales como el atletismo sino también en otros de equipo como el balonvolea, con excelentes resultados en la máxima categoría donde competían los mejores conjuntos de la Liga Nacional. A todo ello y a otras actividades lúdicas dedicaré un próximo artículo. De momento… solo unas pinceladas.

Colegio Balmes y jardines de la parte delantera

Dos de los sitios más frecuentados eran la sala de TV y el bar. En el hall de subida a los dormitorios, con el bar al fondo, la TV en blanco y negro en un rincón, en todo lo alto, nos mantenía en contacto con la actualidad. Pero cuando la audiencia alcanzaba su máximo nivel era en series como «El Fugitivo», con aquellos momentos de tensión en que el Dr. Kimble intentaba atrapar al «manco», y como no, con los partidos de futbol, cuando esperábamos que nuestro equipo favorito ganase, lo que no siempre sucedía. Fue allí, en vivo y en directo, cuando nos enteramos del asesinato del presidente Kennedy, una noticia que en aquel momento convulsionó al mundo. En el bar siempre ocuparon un lugar preferente las partidas de cartas. A veces, a juzgar por el ímpetu de los contendientes, parecía que se jugaba algo más que la honra. Cuando eso ocurría, como por ensalmo, la concurrencia aumentaba de golpe, la expectación era máxima, y no se sabía como podía acabar aquello que se «asemejaba» a una partida de mus o de póker.

Aunque solo sea de pasada, merece la pena recordar otras actividades. Las actuaciones de la Tuna, siempre con mucha marcha, eran muy esperadas no solo en los actos oficiales, o en las salidas de ronda por Tarragona, sino también en nuestras celebraciones internas. Se consiguieron éxitos reconocidos en importantes certámenes a nivel nacional, como el celebrado en el Teatro Campoamor en Oviedo. El Ochote, grupo coral, todo un estandarte de prestigio fuera de la Uni, fue otra referencia musical. Con nuestra promoción, que aportaba la mayoría de componentes, alcanzó su máximo esplendor representando a España en festivales fuera de nuestras fronteras como el de Orleans. Llegó a grabar un single y compartir escenario con reconocidos cantantes de moda. Finalmente el Teatro con actores, a veces improvisados, que en algunos casos alcanzaron gran fama a nivel profesional, como José María Pou, que junto a Joan Manuel Serrat son dos «laborales» ilustres de esos años. Siempre con gran asistencia de público, con muchos invitados ajenos a la Universidad, se representaron obras de éxito como «Proceso a Jesús» de Diego Fabbri, «El divino impaciente» de José María Pemán, «En la red» de Alfonso Sastre o «La venganza de Don Mendo» de Pedro Muñoz Seca. Todas ellas interpretadas por el cuadro artístico de nuestro colegio Balmes que era el núcleo central del renombrado T.E.U (Teatro Español Universitario) de Tarragona.

Partido de futbol celebrado en el campo del Nastic de Tarragona durante las fiestas del Paso del Ecuador

Aún no me he referido al tema más importante: los estudios, pero he pensado que las vivencias con nuestros profesores y educadores, anécdotas incluidas, que son muchas y sonadas, bien merecen también un artículo aparte. Solo decir que en aquellos años la Universidad no estaba homologada todavía y se había firmado un convenio con la Escuela de Peritos de Tarrasa por el que las clases se impartían en nuestro Colegio, pero en los exámenes era necesario rendir cuentas a los catedráticos que venían a nuestra casa a comprobar si cumplíamos todo lo que prometíamos, como así ocurría en la mayoría de los casos. La verdad es que se estudiaba mucho y nuestra preparación siempre fue muy alabada.

Al finalizar la carrera, cuando nos separamos, la despedida fue tan rápida como alegre; habíamos terminado los estudios y queríamos volar en busca de nuestro destino. También fue triste porque se acababa una etapa de convivencia irrepetible de tres años, dejábamos a muchos amigos y compañeros y sobre todo… a nuestra Universidad. ¡¡Tantas cosas¡¡. Pero había que comenzar una nueva vida y abrir caminos a nuevos horizontes. Menos mal que con el paso de los años nos pudimos reencontrar y revivir nuestro pasado en la celebración de las Bodas de Plata.

Paso del Ecuador de la 3ª Promoción de Peritos Industriales

Mi idea es escribir algo más sobre Tarragona, pero la sensación que me anima en estos momentos es terminar antes el ciclo con mis recuerdos de la Universidad de Alcalá de Henares. Nuevo y último capítulo de mi etapa «laboral» donde una vez concluido el Peritaje, a varios compañeros nos propusieron por nuestro buen expediente académico continuar con los estudios de Ingeniero Industrial. Algo que aceptamos y más tarde finalizamos en la Escuela de Ingenieros Industriales de Madrid. Mientras tanto, aquí termina de momento un poco de lo vivido en Tarragona, una experiencia que desde la distancia es parte de una etapa añorable, de la que perdura la amistad y la convivencia que nos fortaleció como personas, aunque la madurez, como ley inexorable, nos adentre por los caminos insondables de nostalgia.

Recuerdos añejos de juventud