Si algo ha caracterizado el éxito de los encuentros anuales de la III Promoción de Peritos Industriales de la Universidad Laboral de Tarragona es por aunar dos aspectos claves: un marco incomparable para revivir los recuerdos de su etapa estudiantil y elección de lugares con una historia interesante que contar con la ayuda de guías expertos y amenos. Así ocurrió en Asturias’19 o en el anterior encuentro en Jaca’18 con su ruta impregnada de arte románico.
Tras la cena de despedida en el hotel Palacio de la Magdalena que ponía el colofón ‘oficial’ a Asturias’19, para todos aquellos que desearon prolongar su estancia un día más, que fueron la mayoría, se había programado una visita al pueblo de Brañaseca donde nos esperaba Fran González, guía buen conocedor del entorno, quien, al igual que Sonia Cernuda en Cudillero, nos dejó su impronta experta sobre el mundo de los vaqueiros de alzada.
Grupo III Promoción Peritos Industriales ULT en el patio interior del hotel Palacio de La Magdalena.
La visita a Brañaseca, pueblo perteneciente al concejo de Cudillero, tuvo una parada previa en la parroquia de San Martín de Luiña, en su iglesia de Santa María, donde nos esperaba nuestro guía. Un templo barroco de principios del siglo XVIII levantado entre 1718 y 1726 (fecha que aparece inscrita en el dintel de la puerta principal), edificado en el solar de otro anterior medieval del que no se conservan restos, aunque se cree que era una capilla o ermita construida sobre un antiguo manantial al que se atribuían connotaciones divinas. Declarada Bien de Interés Cultural en 1999, está considerado uno de los templos prototipo de la iglesia costera asturiana con la que comparte rasgos comunes como pórticos laterales y torre a los pies. Consta de tres naves y capilla única, una planta de cruz latina incluida en un rectángulo y muros de mampostería.
Cuenta Fran González que la historia de la iglesia de Santa María en realidad está escrita en su suelo, pues lo que se encuentra a la vista no son más que antiguas sepulturas, todas numeradas para su control y registro, donde se enterraba a la gente. A su alrededor se pueden observar una serie de placas con su distribución según el estamento social al que pertenecían. Así, por ejemplo, se sabe que en la parte delantera se enterraba a los curas; desde el altar hasta unas columnas concretas al grupo de fieles que más contribuían en las labores de la iglesia y desde éstas a otras también fijadas a los vaqueiros, quedando una parte final hacia atrás para los forasteros o viandantes que por unas u otras razones fallecían en el lugar. En las destinadas en la nave central a los vaqueiros figuraba la siguiente inscripción: ”División de sepulturas entre forasteros y vaqueiros”. Al estar discriminados con los xaldos (agricultores,…), que era como se denominaba a la población asentada en el lugar, se podía leer también una advertencia que marcaba sus límites: “No pasar de aquí a oír misa los vaqueiros”, lo que de alguna manera solventaba, al menos dentro de la iglesia, el problema debido a las rencillas entre unos y otros.
Iglesia de Santa María en San Martín de Luiña. En la última foto se puede ver a un grupo de personas leyendo las inscripciones relativas a los vaqueiros que aún se conservan en el suelo de la iglesia.
Tras la visita a la iglesia de Santa María se puso rumbo a Brañaseca a través de una carretera con muchas curvas y desnivel por lo que nuestro guía prefirió ir abriendo camino hasta llegar a un Mirador a su entrada, a 500 m. de altitud, con unas vistas panorámicas de extraordinaria belleza desde donde se puede ver como confluyen la montaña y el mar, algo que no siempre es posible apreciar porque la niebla lo impide con frecuencia. Por fortuna en esta ocasión no ocurrió. A continuación, Fran González, promotor de ‘Brañaseca Experience’, una iniciativa que ha merecido ser financiada por el proyecto Leader europeo, nos propuso realizar un pequeño recorrido por los alrededores y así mostrarnos las peculiaridades de un pueblo vaqueiro que, acostumbrados a vivir en una sociedad demasiado dinámica, la mayor parte de las veces pasamos por alto.
Seguimos pues el recorrido a pie pasando entre construcciones tan típicas como hórreos y paneras, no muy usuales en el mundo vaqueiro, pero si muy comunes en la arquitectura tradicional asturiana. Algo fácil de entender, pues los vaqueiros, que se dedican fundamentalmente a la ganadería, no pueden almacenar el grano de cereal por las grandes dificultades de cultivo en estas áreas tan agrestes. De ahí que fuesen una comunidad sin excedentes productivos ni por tanto necesidad de almacenarlos. Para ellos dedicarse a la agricultura en lugares de pendientes extremas siempre representó un problema, sobre todo en un alimento tan fundamental como el pan. Durante el paseo, pudimos contemplar una de las reliquias del pueblo: una fantástica haya que se cree data de hace 400-450 años, así como un ejemplar de la auténtica raza de vaca asturiana, que no es la vaca ‘pinta’ como se cree, sino una vaca ‘amarronada’ de aptitud cárnica. Finalizamos la primera parte de la visita en una antigua casa vaqueira con todas sus dependencias: vivienda, cuadra para el ganado y pajar para almacenar las provisiones. Unas casas de piedra con pequeñas ventanas, rodeadas de pastizales, para un pueblo que se alimentaba principalmente de embutidos y potes de berzas. Todas ellas tradiciones del mundo perdido de las brañas donde el visitante va descubriendo las particulares formas de vida de los vaqueiros, su cultura y sus costumbres.
Diversos momentos del paseo por los alrededores de Brañaseca que finalizó al pie de una casa vaqueira.
La segunda parte de la experiencia, que marca el final de la ruta, consistió en una comida típica, un menú gastronómico con productos de la zona, tras un aperitivo al aire libre bien regado con sidra, a base de entrantes de embutidos, pancha y tortos con picadillo, seguido de pote asturiano y carne gobernada, para terminar con un postre de requexón y natas vaqueiras. Todo degustado en una antigua casa vaqueira restaurada en pleno corazón de la braña.
Final de la visita a Brañaseca con la celebración de una comida vaqueira.
El concejo de Cudillero, cuya villa pixueta se convirtió en uno de los principales centros pesqueros de la costa asturiana tras las obras de remodelación del puerto que se iniciaron en 1787 y que según Gaspar Melchor de Jovellanos, asturiano, destacado escritor y político, costaron 400.000 reales, dispone de 11 brañas, 9 en la parroquia de San Martín de Luiña, una de ellas Brañaseca, donde, al igual que en otros concejos, los vaqueiros de alzada, comunidad de profundas raíces y costumbres ancestrales cuyo origen no está del todo claro, sufrían constantes humillaciones por el resto de vecinos. Jovellanos los definió como ‘vaqueiros’ porque vivían de la cría de ganado vacuno y ‘de alzada’ porque su ‘asiento’ no era fijo, sino que al llegar la primavera ‘alzaban’ su residencia para emigrar con sus familias y ganado a los altos pastos y luego regresar de cara al invierno a las brañas próximas a la costa donde desarrollaban sus actividades. En sus cartas los describe como un pueblo libre: “Créame usted, amigo mío, estas gentes lo serían del todo, y su independencia será la medida de su felicidad, si con tantas precauciones no los forzase todavía la necesidad a buscar otros medios de subsistir una fortuna más amarga y ganada con mayor afán. Los vaqueiros de alzada constituyen una de las culturas vivas más importantes de Asturias por su inalterable variación a lo largo de los siglos y pese a las discriminaciones sufridas por la Iglesia y los xaldos, población asentada en las zonas agrícolas de Asturias desde la Edad Media”. Toda su existencia está supeditada a que su ganado prospere y organizan su vida en función de sus necesidades. El vaqueiro vive por y para sus vacas.
Grupo III Promoción Peritos Industriales ULT posando en el pueblo de Brañaseca. Aunque no con suficiente nitidez, al fondo se puede observar la confluencia del mar con la cercana montaña.
Son muchos los que afirman que el paisaje asturiano hay que entenderlo como un paisaje cultural frente a la idea extendida de ‘paraíso natural’. Un paisaje moldeado con el trabajo y el esfuerzo de la gente del campo. Un ejemplo es Brañaseca, un proyecto singular cuyo objetivo es dar a conocer la cultura vaqueira a través de su paisaje. Pueblo en el que llegaron a vivir 200 vecinos, hoy apenas permanecen una docena, excepto fines de semana y meses de verano en que muchas casas se vuelven a abrir. Sin duda, la experiencia del proyecto que promueve Fran González ha despertado entre todos ilusión y una pequeña esperanza.