Conocer la historia de nuestras instituciones es importante, y más si nos afectan de forma directa. En este imaginario paseo por la Universidad Laboral de Tarragona (ULT) nos remontaremos hasta sus orígenes para trazar la pequeña semblanza de un centro que fue referencia en la educación de la España de los años 60. Pero antes hagamos un breve inciso sobre la procedencia de las Universidades Laborales (UULL) cuyo referente principal anterior fue la Universidad del Trabajo ‘Paul Pastur’ de Charleroi (Bélgica), un conjunto construido a principios del siglo XX para la formación técnica de aprendices y obreros. Si bien hay quien sostiene que existe un antecedente nacional en la época de la República española, la mayoría de los estudiosos no defienden esta tesis. Si acaso un precedente inmediato, que tampoco tiene mucho en común, sea la Escuela de Capacitación Social de Trabajadores creada en 1942 que dependiente del Ministerio de Trabajo compartía con las UULL el objetivo de elevar el nivel cultural de los que el régimen franquista llamaba ‘productores’.
Años 60. Vista aérea de la Universidad Laboral de Tarragona levantada en la extensa finca de ‘La Pineda’ con el mar Mediterráneo bañando su playa y paseo marítimo. Al fondo, la ciudad de Tarragona.
En el otoño de 1950, durante una conferencia en el Ateneo de Sevilla, José Antonio Girón, ministro de Trabajo y principal artífice en la creación de las UULL, hacía la primera alusión:
“Vamos a crear gigantescas Universidades Laborales, castillos de la reconquista nueva, donde vosotros, y sobre todo vuestros hijos, se capaciten no sólo para ser buenos obreros. Vamos a crear centros enormes donde se formen, además de obreros técnicamente mejores, hombres capacitados para todas las batallas del espíritu, de la política, del arte, del mando y del poder”.
Creadas como centros educativos integrales, las UULL estaban formadas por un conjunto de instalaciones capaces de albergar a miles de alumnos en régimen de internado, en su mayoría pertenecientes a las clases sociales bajas. Desde su inicio constituyeron un sistema con un fin claro: facilitar a la clase obrera el derecho a la educación a todos los niveles, dejando tras de sí una clara huella cultural y profesional (su principal función), además de una importante ‘marca’ arquitectónica de construcción que aún persiste. Ante la falta de ofertas educativas, desde las instancias políticas se pretendía que fuesen un medio de promoción social, pues en la década de los 50 apenas había un instituto de enseñanza por provincia, siendo las posibilidades de formación casi nulas. Las UULL surgieron en una etapa de exaltación al trabajo y a la justicia social para promocionar a aquellos alumnos que con su voluntad y constancia lograban superarse personal y profesionalmente en sus dos máximas educativas: la responsabilidad y el esfuerzo.
Folleto interno. Situación del proyecto de la ULT año 1961. De las obras indicadas como ‘en construcción’ no todas se llevaron a efecto, y de las señaladas ‘en proyecto’ pocas y con importantes cambios sobre lo previsto.
Era el 8 de enero de 1952, acababa de finalizar la transmisión de Radio Nacional de España por los micrófonos de Radio Tarragona, cuando el gobernador civil de la provincia González-Sama informaba a todos los tarraconenses del anuncio de José Antonio Girón de la concesión a la ciudad de una Universidad Laboral que comprendería las regiones de Aragón, Valencia y Cataluña. En su alocución decía entre otras cosas: “… Esta obra gigantesca, sobre todo en el orden social y de la juventud, rebasa todos los límites imaginables. La importancia y trascendencia que esta realización tiene cara a las provincias es extraordinaria. Miles de muchachos vendrán a esta Universidad Laboral a formarse no solo profesionalmente sino también en el orden intelectual…”. Solo añadir a título anecdótico que la prensa acompañaba la noticia con una nota de la Delegación de Trabajo en la que se hacía constar lo siguiente: “De acuerdo con las facultades que la ley concede, se dispone que hoy miércoles, y a partir de las 11 horas de la mañana, cesen todas las actividades de la industria y el comercio en Tarragona capital a fin de que todos, empresarios y trabajadores, puedan asistir al acto que se celebrará con motivo de haber sido designada como sede de la Universidad Laboral que agrupará a Cataluña, Aragón y Valencia, para expresar públicamente el agradecimiento leal y sentido a la política inspirada por nuestro Caudillo… y que dirigida por el Excmo. Sr. Ministro de Trabajo… se está llevando a cabo en nuestra Patria. Las horas perdidas para asistir a dicho acto tendrán el concepto de no recuperables”.
Así fue el inicio de la UL de Tarragona levantada en la finca conocida como “La Pineda”, un enorme solar de 150 Ha, sobre todo si lo comparamos con la propia extensión de Tarragona de la época (ver figura a la izquierda), situado a 3,0 Km. de la ciudad y a la izquierda de la carretera de Barcelona a Valencia. Inaugurada en noviembre de 1956 con las obras aún por concluir (se prolongaron hasta 1958), alcanzó un coste de más de 400 millones de pesetas, siendo el estilo arquitectónico una de sus principales características con unas edificaciones que no se ajustaban a una forma definida como las anteriores UULL de Gijón, Sevilla y Córdoba, destacando por un sentido moderno y funcional acorde con el benigno clima mediterráneo. Rodeada de inmensos jardines, resaltaba por sus arboledas de encinas y algarrobos, sus muchas palmeras y árboles de armónico colorido, que le daban un aire especial.
Aunque las imágenes puedan ser difusas y vengan como ráfagas a la memoria, que mejor que recordar a la Universidad Laboral de Tarragona con un paseo imaginario, que seguro desprenderá una luz más familiar, llena de vitalidad, y que al tiempo hará revivir unos años inolvidables. No solo los de la propia Uni, sino también los de una ciudad de Tarragona que como dijimos en otro post nunca ha dejado de ser:
“La ciudad milenaria situada en lo alto de una colina mirando al mar junto a la desembocadura del Francolí. La Tarraco romana y medieval o como dice una famosa frase: ‘reina y diosa de España, gloria del pueblo romano y émula de Cartago», siguiendo así en el transcurso del tiempo: creciendo y prosperando. La misma que nos conoció en los años 60. Por eso aún seguimos recordando al Acueducto Romano de Las Ferreras, las Murallas (los mejores restos de la época romana), el Foro, el Circo Romano (uno de los mejor conservados del mundo). El Anfiteatro frente al mar. La Catedral (con sus vestigios entre románico y gótico), el Arco de Triunfo de Bará (fuera de la ciudad, en el trazado de la Vía Augusta), la Torre de Pilatos (desde donde se podía acceder a la cabecera del Circo por las Catacumbas), nexo de unión entre el Circo y el Foro Provincial. La Torre de los Escipiones (monumento funerario en las afueras). La Necrópolis Paleocristiana (con más de 2000 tumbas). Las Ramblas. El Balcón del Mediterráneo. El Puerto. El barrio de pescadores del Serrallo. Y sobre todo, el Mare Nostrum, el mar Mediterráneo. Todo eso y mucho más era la ciudad monumental de Tarragona”.
Avenida principal de acceso a la UL de Tarragona. Punto A: inicio de nuestro paseo imaginario.
Pues bien, en sus afueras, en la finca de “La Pineda”, fue donde se erigió una gran ciudad universitaria ubicada a la orilla del mar con los mayores adelantos técnicos en el orden pedagógico y material. Para su acceso se construiría una amplia carretera con arbolado que llegado a un porche de entrada, desde el que ya se despliega a la vista el amplio panorama de un complejo de edificios de líneas sencillas y modernas, tras un breve recorrido desembocaba en una espléndida avenida que cortaba el núcleo universitario en dos. A su izquierda se abre una gran plaza que, a modo de introducción, nos servirá para decir que en el diseño de la UL de Tarragona se pueden distinguir tres zonas principales: una, los Colegios, el Comedor y la zona de Servicios (unidos entre sí por galerías subterráneas o sótanos), otra, los Talleres (alejados de las aulas), y una tercera formada por las Aulas y la magnífica plaza de mármol en la que nos encontramos, más conocida como “Patio Central” o “Patio de Honor”, punto de partida de nuestro imaginario paseo. Un tipo de organización que, tal y como ocurre en una pequeña ciudad, ‘empujaba’ (idea central del proyecto) a que los alumnos se encontrasen obligados a ir de unas zonas a otras paseando por el exterior. Su concepción suponía un rechazo frontal al típico edificio compacto (Alcalá de Henares es un claro ejemplo, incluso Córdoba en parte) en el que la mayoría de las actividades se organizan por plantas sin necesidad de salir al exterior. Por el contrario, la UL de Tarragona tiene una distribución que da la sensación de ser un conjunto abierto, heterogéneo en el tamaño de sus edificios, con muchos soportales cubiertos conectados entre si y para protegerse de las inclemencias del tiempo, procurando a la vez a efectos estéticos, salvo la zona de Talleres que se encuentra en una zona más alejada, dotar al conjunto de una cierta simetría en las construcciones.
Así pues, retomando el inicio de nuestro paseo (punto A en la imagen inferior), nos encontramos en el núcleo central del complejo al final de la avenida principal, a cuya izquierda podemos contemplar una gran plaza, y a la derecha, justo enfrente, el imponente edificio del Comedor.
Punto A: inicio del paseo por la ULT. A la derecha el Patio Central y a la izquierda el Comedor. Al fondo, de color blanco, el colegio Luis Vives.
EL PATIO CENTRAL o PATIO DE HONOR
Cuando uno entra en el recinto de la UL de Tarragona enseguida le llama la atención una magnífica plaza de mármol, con cierta similitud a un tablero de ajedrez por sus casillas y alternos colores claro-oscuro (de hecho se celebraron algunas partidas con figuras humanas ‘andantes’), ideada para que fuese capaz de acoger en las grandes celebraciones a todos y cada uno de los alumnos situados en sus vértices. Era el centro de la Universidad sin duda, un lugar especial rodeado de jardines y palmeras y un escenario perfecto. En sus laterales perpendiculares a la avenida se pueden ver los seis edificios de los Colegios (tres a cada lado), y en el lado opuesto, que completaría una “U” invertida, asoma el grupo de Aulas ‘Normales’ y ‘Especiales’ (clases y laboratorios) donde se desarrollan la mayoría de las tareas escolares, que hacen de cierre del frente marítimo situado al fondo y que se encuentran conectadas con los Colegios, y éstos entre sí, por un sistema de pérgolas y soportales.
Exhibición de gimnasia en el Patio Central durante una celebración. A la izquierda las aulas especiales y a la derecha los colegios.
LOS COLEGIOS
Por su gran volumen los edificios destinados a residencias de los alumnos son muy importantes en la concepción de la ULT afectando de manera clara al equilibrio estético del conjunto. Están configurados como una repetición y agrupación de una construcción en forma de “L” de tres alturas y planta baja con una parte de sótano para el servicio de limpieza y paso de ropa. En una de las alas de la planta baja se encuentran las salas de estudio (3) cada una con capacidad para 80 alumnos, mientras que la otra está dedicada al ocio y al descanso: salas de juegos, TV, bar,… forman un conjunto donde una estudiada megafonía ‘invita’ a escuchar, tararear y… hasta bailar los éxitos musicales del momento.
En la conjunción de ambas alas se encuentra la escalera de acceso a los dormitorios. Con una longitud de casi 50 m. y un ancho de 10 m en cada lado de los pisos tienen una capacidad para 40 alumnos, lo que hace un total de 240 por colegio y 1440 en el total de la UL. Un pasillo corrido a todo lo largo y cinco tabiques transversales los ‘convierten’ en habitaciones para ocho alumnos que unos armarios individuales colocados a los lados contribuyen a ‘cerrar’ para dejarlos en dormitorios ‘independientes’ de cuatro, cada uno con una amplia ventana. En realidad se trata de espacios comunales con una compartimentación ‘estratégica’. En realidad no existen habitaciones cerradas como tal, pero gozan de una cierta independencia, permitiendo al tiempo que se abran a ambas fachadas, reciban así ventilación e iluminación cruzadas, mientras ‘facilitan’ (se supone) la vigilancia por parte de los educadores. Aunque quitaban algo de intimidad a los espacios, tenían también su parte positiva: ¡aumentaban la convivencia! A veces hasta un grado máximo. Por recordar algún hecho vivido por simbólico, así sucedía por ejemplo cuando todo un grupo de alumnos se ponía practicar a lo largo del pasillo y al unísono los pasos de baile de la famosa canción “La yenka”. Y como este ejemplo muchos más fruto de la convivencia diaria.
En la unión de las dos ramas de la “L” de cada piso se encontraban los vestíbulos, escaleras, cuartos de aseo, almacén de ropa y montacargas. Una galería subterránea, que se utilzaba como zona de paso para el personal de servicio, comunicaba los edificios de los Colegios con un lavadero de modo que todo el trasiego de ropa se hacía de forma discreta. El tránsito de los alumnos tenía lugar por el exterior, contando cada colegio con espacios ajardinados entre edificaciones y soportales que bordeaban su perímetro para resguardarse de las inclemencias del tiempo.
En primer término, el jardín del colegio Balmes con su soportal cubierto que recorre todo ese lado hasta el Comedor. Al fondo, los colegios Yagüe y Ledesma. A la izquierda, el comienzo de las Aulas ‘Especiales’.
LAS AULAS
Situadas enfrente del Comedor, en el lado frontal de la “U” de la plaza, a los Grupos de Aulas se puede acceder atravesando el “Patio Central” o bien siguiendo el corredor de soportales que comunica los distintos edificios. Conocidas por el nombre de Aulas ‘Normales’ y ‘Especiales’ (otras clases se desarrollaban en las aulas de estudio de los Colegios), su poca altura permitía dominar el espectacular paisaje del mar Mediterráneo desde el ‘balcón’ situado en el primer piso del Comedor. Se trata de una curiosa composición de edificios flanqueada por los dos grupos de Colegios cuya construcción de planta baja adopta la singular figura de un doble ‘peine’ con las ‘púas’ sobresaliendo a uno y otro lado del brazo que las une. Hay quien también las describe como cinco cuerpos de edificio, cada uno en forma cruz imperfecta de un solo brazo, todos unidos por sus tramos horizontales. El brazo superior de la cruz hacia la plaza central está destinado a las clases ‘especiales’ (dibujo, física, química, biología, música,..), el tramo horizontal a servicios, mientras que la parte posterior, que se prolonga hasta 75 m., está dividida en cinco clases cada una con capacidad para 35 alumnos, que con el buen tiempo se pueden prolongar al aire libre con un tramo de jardín a través de una anchas puertas correderas. Un largo corredor, que comunica con el resto de edificios de la UL, une a todas las aulas. Por curiosa y práctica, llama la atención la disposición del sistema de iluminación diurna orientada al norte con amplios ventanales que ocupan casi toda la pared, mientras que al sur ventanales corridos con rejilla de aluminio evitan el sol directo.
Aulas ‘Normales y ‘Especiales’. Se puede observar su estructura de ‘doble peine’ o ‘cruz imperfecta’. Al fondo, a la izquierda, los colegios Balmes y D’Ors, y a su derecha, en un edificio más bajo, el cine y el teatro (más tarde se construyó uno nuevo). En lontananza también se puede vislumbrar la colina sobre la que se asienta la ciudad de Tarragona.
EL COMEDOR
Si regresamos a nuestro punto de partida (A) en la avenida y contemplamos su lado derecho aparecerá ante nosotros el majestuoso edificio del Comedor flanqueado a los lados por dos edificios más pequeños situados simétricamente: uno a la derecha para la Dirección y Administración y otro a la izquierda para servicios médicos, enfermería, correos, peluquería, bar, y otros servicios.
El Comedor destaca sobremanera por la envergadura y posición preeminente de su fachada de casi 100 m. de longitud que se abre a la gran plaza del Patio Central como si estuviera presidiéndola. Diseñado para dar servicio a todos los alumnos en un solo turno de comidas (más de 1500) es la cabeza visible de un grupo de dependencias (cocinas y otros servicios) situadas en la parte trasera que forman una organización simétrica también en forma de “U” en torno a un patio ‘inglés’, así llamado por encontrarse por debajo de la rasante del terreno para proporcionar iluminación, acceso y ventilación a una planta sótano, a cuyo alrededor se encuentran las instalaciones auxiliares compuestas por la residencia del personal (que cierra tres lados del patio) y el pabellón de las cocinas, además de una lavandería situada justo debajo que conecta con los edificios de los Colegios por pasos subterráneos.
Edificio del Comedor con su gran vidriera central y los flancos revestidos con piedra natural de la cantera de Médol.
De estructura rectangular, el Comedor se asienta sobre una plataforma elevada a la que se accede desde el nivel de la calzada por una escalinata de granito de 9 peldaños. Su frente, con una altura de 11 m., es una enorme vidriera de un cristal especial importado de Alemania para evitar el deslumbramiento, provisto de una de cámara de aire que impide también el paso del calor debido al fuerte asoleo. El exterior de la fachada está revestido en los flancos con piedra natural desbastada de la cantera de Médol, la misma utilizada por los fundadores romanos de la antigua ciudad de Tarragona, sobre los que se asienta una gran visera frontal que junto a las alas laterales le da un cierto aire monumental y tal parece la imagen de una moderna terminal de aeropuerto. En su planta baja se alinean las mesas con una capacidad para 1000 alumnos, aunque no son las únicas dispuestas. A media altura se abre una especie de gran ‘balcón’ corrido sostenido por parejas de columnas forradas con gresite (un material novedoso entonces) que, hasta la altura de la fachada, incluye otro comedor abierto al espacio principal con capacidad para otros 500 alumnos, siendo una de sus bondades el permitir disfrutar del bello horizonte del mar Mediterráneo situado justo enfrente. ¡Sin duda un lugar de privilegio! que pude disfrutar en mi estancia.
El Comedor, quizás el edificio más emblemático de la UL de Tarragona, ha sido utilizado como fondo en la mayor parte de los acontecimientos públicos: obras de teatro, festividades como San José Artesano (1º de Mayo) patrono de las UULL, y todo tipo de celebraciones colectivas. Preside el centro de acuerdo al proyecto diseñado por el reconocido arquitecto Eduardo Torroja que realizó una obra maestra con la bóveda (de una sola pieza), debiendo su singularidad no solo a la forma y dimensiones, sino también a ser la primera cubierta (que se sepa) de láminas plegadas realizada en España. Si las primeras UULL tenían edificios monumentales, la de Tarragona también tenía los suyos, y el Comedor uno de los que jugó un papel más destacado en el diseño general como elemento emblemático y gran articulador del conjunto.
Interior del Comedor con sus mesas dispuestas en la parte inferior y el balcón superior desde el que se disfruta la hermosa vista del mar Mediterráneo al fondo. Se pueden observar también las columnas forradas de gresite.
LOS TALLERES
De las tres zonas principales de edificios en que hemos dividido la UL de Tarragona nos queda por visitar la zona técnica: los Talleres. Con una superficie de 14800 m2 comprenden, entre otras especialidades, secciones de mecánica, electricidad, automovilismo, carpintería, artes gráficas, electrónica, soldadura,… Algo aislados, apartados de las aulas, ocupan un área no muy alejada del Comedor que podemos encontrar siguiendo la desviación a la derecha al final de la avenida principal. En realidad son dos los edificios dedicados a talleres. Uno de menor tamaño denominado “Taller no vocacional” (justo el primero al iniciar la bifurcación) destinado a las enseñanzas de formación ‘no vocacional’ para los alumnos más jóvenes, antesala de los estudios técnicos especializados, y el otro, conocido simplemente por «Talleres», mucho mayor, ocho veces más grande. Junto a un cercano pabellón para la exposición de los trabajos de alumnos los tres edificios forman un conjunto singular.
En primer término los grandes Talleres y a la derecha, más pequeños, los talleres ‘no vocacionales’. Al lado, el edificio de exposiciones de los trabajos de los alumnos, convertido en capilla definitiva en su planta baja al no construirse la iglesia prevista en el proyecto.
La gran nave de Talleres es la más moderna del conjunto. Con sus nueve crujías (espacio entre muros de carga o filas de pilares o columnas) y orientación norte-sur para recibir la luz diurna norte a través de una cubierta en diente de sierra, tiene adosado en el frente norte (180 m. de fachada) un alargado edificio de dos plantas destinado a aulas, despachos, almacenes y servicios, dividido en cinco secciones a doble altura que se corresponden con los cuerpos de las naves de taller. Una vez más, al igual que en otras partes ya descritas, se configuran mediante repetición y agrupación de edificios ‘tipo’; todos bajo un enorme espacio diáfano con lucernarios donde se desarrollan las diferentes especialidades que se pueden observar a la perfección desde un pasillo elevado a modo de balcón a lo largo del primer piso de aulas y despachos. La gran luminosidad recibida de la cubierta no solo se queda ahí, sino que continúa hasta los cerramientos laterales mediante ventanas abiertas en la parte inferior que enlazan con los lucernarios, mientras los pequeños muros laterales que quedan se encuentran revestidos con la misma piedra de Médol utilizada en el Comedor.
Como ya hemos dicho, al lado de ambos talleres se encuentra el edificio de “Exposiciones y Proyectos”. Una de las primeras construcciones terminadas consta de dos plantas unidas por una escalera en espiral que destaca a la vista por subir sin apoyarse en las paredes laterales. Llama la atención por su original decoración mural de la fachada debida al pintor asturiano Joaquín Rubio Camin, donde están representados los distintos oficios en varios mosaicos. En el hall, al igual que en los cinco vestíbulos a doble altura de la gran nave de Talleres, el artista vasco Néstor Basterrechea dejó el enigma de unos trazos rojos, blancos y grises, muy decorativos. En principio este edificio estaba destinado para exposición permanente de los trabajos de los alumnos y profesores; sin embargo, su planta baja se utilizó provisionalmente como Capilla, situación que pasó a definitiva al no construirse la gran Iglesia prevista en el proyecto inicial no se sabe muy bien por qué. Se cree (fue una de las hipótesis barajadas) que el ser la primera Universidad Laboral regida por seglares influyera en la decisión. Finalmente, para facilitar el tránsito de alumnos, tanto el conjunto de Talleres y el pabellón de «Exposiciones» se encuentran unidos al grupo de Aulas por pasos exteriores cubiertos mediante la pérgola del lado sur de los Colegios que se prolonga bordeando los Talleres ‘no vocacionales´ hasta desembocar en una la plaza situada al lado de la Capilla y la cabecera de los grandes Talleres.
En el proyecto de la Universidad Laboral de Tarragona un hecho es evidente: a pesar de la situación y distinta arquitectura de las construcciones, una de sus máximas fue la amplia utilización de soportales cubiertos para proteger la circulación de personas de las inclemencias del tiempo. Algo que, además de dotar al conjunto de una unidad bien visible, permite la conexión física entre edificios, un enfoque que siempre se tuvo claro durante la etapa de diseño: “Queríamos que los alumnos salieran, que para comer tuvieran que darse un paseo, para ir a las clases, un paseo, para ir a los talleres, otro paseo. Por eso había unos pasos muy cuidados, porque la idea era poder ir a todas las partes a cubierto” (testimonio de Luis Peral Buesa, uno de los arquitectos, recogido en una entrevista realizada por el también arquitecto Xavier Montes Roig en su libro “ULT 1952-56”) Otro ejemplo lo tenemos en los soportales que cierran los espacios ajardinados entre las “L” de los Colegios que como caminos laterales rodean el “Patio Central” llegando incluso hasta las Aulas.
Conjunto de instalaciones deportivas con el paseo marítimo y la playa en primer término.
Llegados hasta aquí se puede decir que hemos recorrido los edificios más emblemáticos de la UL de Tarragona, aunque no quisiéramos finalizar nuestro imaginario paseo sin una pequeña referencia al complejo de instalaciones destinadas a algunas actividades lúdicas. Y que mejor para ello que una visita por el área deportiva hasta llegar al paseo marítimo y otras zonas de esparcimiento. Nada más pasar los Colegios, con el mar Mediterráneo en el horizonte, se abren a los ojos de los visitantes las grandes instalaciones deportivas formadas (hablamos de la década de los 60) por 3 campos de futbol, 4 de balonvolea, 5 de hockey-baloncesto-balonmano, 1 pista de atletismo, 1 pabellón cubierto y varios campos de entrenamiento. ¡El deporte era el rey! en unas instalaciones espléndidas situadas en una gran explanada cercana al mar, rodeadas de paseos y arboledas, que se llenaban de entusiastas sobre todo los fines de semana cuando junto a las familias de visita y seguidores de los equipos foráneos se rondaba de forma ruidosa de una competición a otra. Muy cerca, al final de los campos de deportes, surgía el paseo marítimo, con su playa abriéndose al mar y a la naturaleza, que al atardecer, cuando la luz diurna se transforma poco a poco en las sombras de la noche, acompaña con el ruido de las olas al romper, las farolas vigilando el infinito, la suave brisa, y el olor a mar con sus gotas de agua perdidas. Y un poco más lejos, a tan solo unos minutos caminando por la arena, se deja ver «La Pineda», un paraje natural entonces, vislumbrándose ya más al fondo el cabo de Salou.
La Universidad Laboral de Tarragona se inauguró el 8 de noviembre de 1956 con 600 alumnos, 430 en régimen de internado, con las obras aún por concluir (se prolongaron hasta 1958), y un coste total de más de 400 millones de pesetas. Fue la primera Universidad Laboral cuya dirección educativa no estuvo a cargo de una orden religiosa. Solamente los servicios de cocina, lavandería y limpieza se encargaron a una comunidad de religiosas. Un paraje idílico que se extendía desde las marismas de la desembocadura del río Francolí hasta el arbolado del cabo de Salou. Un lugar al que el mar acude con sus olas tranquilas a la larga playa que adorna el litoral. Lo que parecía un sueño se ha hecho realidad en este imaginario paseo tantas veces recorrido en una etapa añorable de amistad y convivencia, que hoy en la madurez nos adentra por los caminos insondables de la nostalgia.